Revista N°276

Alta en el cielo, flamea sobre el suelo argentino, como símbolo de libertad. Hoy, a más de 200 años de las luchas por nuestra independencia, la libertad se nos presenta como un atributo, un derecho, un estilo de vida, un modo de pensar y sentir. No obstante, en el ejercicio responsable de la ciudadanía, debemos vivir la libertad como proceso. La libertad no nos es dada, no se abraza de una vez y para siempre, la libertad es historia, es evolución, no puede ser vivida sin compromiso. El proceso histórico de la construcción de nuestro país es un claro ejemplo de ello.

No viviríamos en una nación libre y soberana, si los hombres y mujeres de los tiempos iniciales se hubieran mantenido cómodos, bajo la sombra de un país colonizador.

Sus proezas, sus arrojos, su entrega es lo que nos permite, hoy, vivir el país que tenemos. Pero la historia también nos demuestra que la libertad no es un estado final, que existen múltiples formas de colonialismo, que las amenazas a veces están dentro nuestro y que no debemos declinar en los esfuerzos para sostenerla.

La libertad es una forma de organización social, política y económica que requiere que vivamos con altos estándares de conducta ética. Asumamos el compromiso de defender la libertad que nuestros próceres nos legaron, de sostenerla en la cotidianeidad de la vida, desde la ciudadanía responsable y de proyectarla para nuestras generaciones herederas. Nuestros próceres se lo merecen.