El desafío de trabajar con estudiantes con altas capacidades en la escuela

02 Julio 2021 - 10:31hs. por Lic. Claudia Cavallotti

La escuela es un espacio de encuentro de diversidades: cada estudiante, cada docente, acuden a ella portando su cuerpo, su historia, sus emociones, su bagaje experiencial. Cada uno participa en ese espacio desde su unicidad.

En ese espacio se despliegan estrategias, contenidos, recursos, métodos, que, la mayoría de las veces son lineales, homogéneos, dirigidos a la generalidad.

No obstante, especialmente desde las últimas transformaciones educativas, la atención se ha dirigido hacia los estudiantes que se encuentran en condición de discapacidad, que demuestran dificultad en sus aprendizajes. Y se ha trabajado para propiciar su accesibilidad a los saberes escolares.

Sin embargo, poco se dice respecto de los que muestran una inteligencia muy superior a la media, un potencial para desarrollar, una forma de aprender y de sentir diferente, y un desarrollo asincrónico. Son chicos que manifiestan altas capacidades.

La concepción respecto de estos niños o adolescentes, se va modificando, cada vez con más fuerza. Hasta no hace mucho tiempo, no se los tomaba mucho en cuenta, por cuanto, “no mostraban dificultades en el entorno escolar y podían aprender cualquier cosa que se les ofreciera”. Desde esta perspectiva, los chicos con altas capacidades eran aquellos que obtenían resultados muy elevados en las pruebas de cociente intelectual y alcanzaban un elevado rendimiento escolar.

En la actualidad, la Asociación de Altas Capacidades de Argentina, entiende que los niños con altas capacidades son aquellos que tienen una capacidad de aprendizaje superior a la media y una forma de aprender radicalmente distinta, que los diferencia del resto de niños de su edad. Las capacidades que demuestran no refieren solo a la dimensión cognitiva, atañen, también a las potencialidades de orden motriz, artístico, deportivo, entre otros. Es decir, las altas capacidades no están limitadas a lo intelectual.

Las altas capacidades no refieren a un desempeño “un poco mejor” que otros, las altas capacidades implican un talento excepcional, que se manifiesta y al, mismo tiempo, reserva un potencial latente que se debe estimular. 

Los primeros indicadores de que se está ante un niño con altas capacidades pueden ser:

  • La precocidad para hablar y escribir y el desarrollo de otras habilidades antes que el promedio de niños de su edad.
  • El lenguaje fluido y avanzado para la edad.
  • La sensibilidad especial ante cuestiones sociales, existenciales, filosóficas.
  • El liderazgo de grupo: los niños pueden tener una fuerte predisposición a ser líderes de grupo, aunque también se puede dar el caso contrario, de aislarse del resto.
  • La disincronía. Desfasaje cronológico, intelectual y corporal, que alude a las diferencias marcadas en todos los ámbitos respecto a niños de la misma edad.

Contrariamente a lo que puede pensarse, las investigaciones de los últimos tiempos demuestran que hay un índice considerable de niños con altas capacidades. La mayoría de los estudios demuestra que entre el 1 y el 15% de la población escolar posee una alta capacidad cognitiva.

 Y la realidad es que la escuela va demasiado lenta para ellos.

Esto genera muchas veces, algunas dificultades, porque, a pesar de su potencial, no pueden acomodarse a un ritmo de aprendizaje que les resulta tedioso, monótono, carente de sentido. Muchas veces se sienten raros, obviados, absolutamente diferentes y separados del resto. La mayoría de las veces pueden tratar de pasar desapercibidos, y mantenerse de bajo perfil, para no sentirse perturbado por la mirada o las preguntas de los otros.

Se destaca, entonces, que estos niños

  • Se sienten “diferentes”, pueden creer que nadie de su edad piensa como ellos o no se interesan por las cosas que a ellos los motiva, y desean ser como los demás, por ello en ocasiones ocultan su talento en clase para evitar celos, envidias y competencia, con la finalidad de ganar amigos y ser aceptados en el grupo.
  • Experimentan emociones fuertes, reaccionando a situaciones que pasan inadvertidas para otros. Por ejemplo, un niño de 8 o 9 años puede estar triste por la pobreza en el mundo, lo cual resulta extraño para otros niños, maestros y padres, y pueden sentirse rechazados. Parte de esta aparente sensibilidad es el producto de un desarrollo asincrónico, es decir, ideas y conceptos adelantados a emociones propias a su edad.
  • Personalidad perfeccionista. Llegando a un nivel extenuante, en particular, por el miedo al fracaso ante objetivos elevados. Por ello, suelen evitar tomar decisiones importantes para no correr riesgos.

Por estas características de la personalidad, sensibilidad y perfeccionismo, estos niños tienen riesgo de aislamiento social, negación a tareas escolares, rebeldía y acoso escolar. Al no comprenderse su conducta infantil con una capacidad de razonamiento tan elevado, puede aparecer un desequilibrio y falta de sintonía con sus iguales. Como consecuencia pueden presentar estrés emocional, tristeza y depresión. Su perfeccionismo puede llevarle a una excesiva autocrítica y falta de confianza en sí mismo

Es necesario destacar, entonces, que los niños superdotados tienen derecho a un ajuste de las condiciones educativas, que propicie el desarrollo pleno de su potencial, su rendimiento académico y su estado socioemocional.

Se debe promover el despliegue de sus potencialidades, propiciar el sostenimiento de la curiosidad y la capacidad de asombro, plantear desafíos nuevos atinentes a todas las dimensiones de las personas (lo cognitivo, artístico, creativo, emocional, social), favorecer su interacción con el mundo que lo rodea y, particularmente con los otros, ayudarlos a descubrir el placer de compartir, de tolerar el error y de pedir ayuda.

Hay que contribuir a que puedan manejar su propia autonomía. Esto significa centrar la atención en ellos, permitirles explorar y aprender de acuerdo con sus propios estilos y fomentar su propia responsabilidad.

La educación de un niño con altas capacidades supone un reto para las instituciones educativas, hace falta formación para aprender a reconocerlos y a trabajar con ellos. Formalmente, se deben prever programas de enriquecimiento, instancias de flexibilización y atención a sus necesidades educativas.

Todas las decisiones pedagógicas que se tomen deben partir de la evaluación profunda de las condiciones sociales, ambientales y emocionales en las que se desarrolla el niño.

Lic. Claudia Cavallotti

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